Este texto fue escrito para CINECUANON III tercera muestra de cine Ecuatoriano en Barcelona, un proyecto en el que trabajamos en la A. cultural “LA QUINTA PATA” y el consulado del Ecuador en Catalunya. Si están en Barcelona vayan hemos trabajados para traer buen cine más info aquí.
Lo hecho por otros, ejecutado, perfecto, en el sentido de concluso, se adelanta hacia nosotros con una unción particular: aparece como consagrado, y, puesto que no lo hemos labrado nosotros, tendemos a creer que no ha sido obra de nadie, sino que es la realidad misma.
José Ortega y Gasset
El tema de nuestro tiempo 1923
En lo público me adscribo completamente a mi generación. La de los niñatos malcriados que se ríen de la ingenuidad de tiempos (o no) peores, olvídenlo, no hay manera describirnos sin que suene anticuado. Mi generación la llevo en la crisis en la que me pone mi sueldo cada fin de mes, las etiquetas que he usado y despojado; en mi estética de la última moda de marca europea con maquila vietnamita. Esta generación entrante, cumple con las reglas del juego y no tiene el privilegio del reflejo, cualquier cosa que se diga de ella se convertirá al tocar el aire, en cliché. Es más saludable vivirlo.
Carla Valencia en su documental “Abuelos” entabla una conversación entre generaciones con la única arma posible en estos tiempos de melodrama y realities, la honestidad.
“Cuando yo tenía 16 años mi abuelo me dijo, tú no te vas a morir nunca, yo estoy descubriendo la inmortalidad”.
El otro abuelo de la autora fue asesinado en el campo de concentración de Pisagua en la dictadura militar chilena. Ya de entrada se puede percibir que cualquier persona de una generación tan beat y post-moderna va a fruncir el ceño ante este tema tan anti-post: los setentas en Latinoamérica; pero la familia no nos la podemos inventar -o, sí- y una cosa que en el trailer puede parecer una fantástica coincidencia, resultó ser la plataforma para descubrir mi más profundo patrioterismo y esto yo nunca lo había sentido.
Toda mi vida estudiantil crecí con el antiguo mapa del Ecuador, me hacían dibujarlo en los cuadernos como portada de la clase de Geografía; era la silueta de un perfil de nariz aguileña con una triangulo, lo que se puede interpretar como un mohawk, para atrás. Solía pintarlo en dos colores y yo pensaba que era porqué la amazonía obviamente tendría que ser de otro color. Pasaron los años, se firmó la paz, hicimos fiesta, nos reconciliamos con los peruanos y empezó a circular un nuevo dibujo de este narizón, esta vez rapado por todos lados. Yo ya no estaba en la escuela así que no sé si ese día hubo una reunión de alumnos en los coliseos o si se dijo algo en los minutos cívicos de todos los colegios, solo sé que un día en todos lados, silenciosamente, estaba el nuevo Ecuador y era la mitad de lo que a mi me habían contado. Ante esta imagen no es sorpresa encontrar una generación que duda más que ninguna otra del territorio y de todo lo que trae ese concepto. Es aquí sobre esta idea, que me encuentro con Valencia como espectadora y agradezco su trabajo narrativo.
Su abuelo Remo científico autodidacta, y su abuelo Juan, chileno militante del partido comunista, dialogan entre ellos a través del documental y delimitan el territorio por el que Carla se construye. El cine documental en Ecuador se está convirtiendo en este catalizador, parece ser que la realidad no es cruda y violenta sino que da la impresión de ser inexistente, pero no lo es, alcemos el puño “la realidad existe” y lo ha hecho desde siempre. Ortega y Gasset en su estudios sobre los las generaciones y los movimientos de éstas concluye que toda generación fluye de la anterior, se muta y la reniega. Las generaciones tienen un factor sorpresa que estalla, somos el país de los mil mapas, por eso no estamos obligados a que nuestro origen sea nuestra “patria” o al menos que alguien nos imponga qué encierra esa patria. Me gusta esto de que nos estamos atreviendo a ser realidad, aunque no me guste mucho que lo proyectemos como ser “ecuatorianos”; me parece mejor empezar por donde empezó Carla Valencia y otros directores que hacen este cine, por un lado más intimo. Yo también tenía un par de abuelos memorables, y uno de ellos decía de vez en cuando una frase que me ha ayudado a sobrevivir todo mi estrellado camino por la ficción y la identidad, lo decía después de contar una noticia: hablando sobre su versión de los hechos sentenciaba “Mitad que me contaron y mitad que me imagino”