Monthly Archives: October 2011

Un narizón con mohawk

Este texto fue escrito para CINECUANON III tercera muestra de cine Ecuatoriano en Barcelona, un proyecto en el que trabajamos en la A. cultural “LA QUINTA PATA”  y el consulado del Ecuador en Catalunya. Si están en Barcelona vayan hemos trabajados para traer buen cine más info aquí.

Lo hecho por otros, ejecutado, perfecto, en el sentido de concluso, se adelanta hacia nosotros con una unción particular: aparece como consagrado, y, puesto que no lo hemos labrado nosotros, tendemos a creer que no ha sido obra de nadie, sino que es la realidad misma.

José Ortega y Gasset

El tema de nuestro tiempo 1923

En lo público me adscribo completamente a mi generación. La de los niñatos malcriados que se ríen de la ingenuidad de tiempos (o no) peores, olvídenlo, no hay manera describirnos sin que suene anticuado. Mi generación la llevo en la crisis en la que me pone mi sueldo cada fin de mes, las etiquetas que he usado y despojado; en mi estética de la última moda de marca europea con maquila vietnamita. Esta generación entrante, cumple con las reglas del juego y no tiene el privilegio del reflejo, cualquier cosa que se diga de ella se convertirá al tocar el aire, en cliché. Es más saludable vivirlo.

Carla Valencia en su documental “Abuelos” entabla una conversación entre generaciones con la única arma posible en estos tiempos de melodrama y realities, la honestidad.

“Cuando yo tenía 16 años mi abuelo me dijo, tú no te vas a morir nunca, yo estoy descubriendo la inmortalidad”.

El otro abuelo de la autora fue asesinado en el campo de concentración de Pisagua en la dictadura militar chilena. Ya de entrada se puede percibir que cualquier persona de una generación tan beat y post-moderna va a fruncir el ceño ante este tema tan anti-post: los setentas en Latinoamérica; pero la familia no nos la podemos inventar -o, sí- y una cosa que en el trailer puede parecer una fantástica coincidencia, resultó ser la plataforma para descubrir mi más profundo patrioterismo y esto yo nunca lo había sentido.

Toda mi vida estudiantil crecí con el antiguo mapa del Ecuador, me hacían dibujarlo en los cuadernos como portada de la clase de Geografía; era la silueta de un perfil de nariz aguileña con una triangulo, lo que se puede interpretar como un mohawk, para atrás. Solía pintarlo en dos colores y yo pensaba que era porqué la amazonía obviamente tendría que ser de otro color. Pasaron los años, se firmó la paz, hicimos fiesta, nos reconciliamos con los peruanos y empezó a circular un nuevo dibujo de este narizón, esta vez rapado por todos lados. Yo ya no estaba en la escuela así que no sé si ese día hubo una reunión de alumnos en los coliseos o si se dijo algo en los minutos cívicos de todos los colegios, solo sé que un día en todos lados, silenciosamente, estaba el nuevo Ecuador y era la mitad de lo que a mi me habían contado. Ante esta imagen no es sorpresa encontrar una generación que duda más que ninguna otra del territorio y de todo lo que trae ese concepto. Es aquí sobre esta idea, que me encuentro con Valencia como espectadora y agradezco su trabajo narrativo.

Su abuelo Remo científico autodidacta, y su abuelo Juan, chileno militante del partido comunista, dialogan entre ellos a través del documental y delimitan el territorio por el que Carla se construye. El cine documental en Ecuador se está convirtiendo en este catalizador, parece ser que la realidad no es cruda y violenta sino que da la impresión de ser inexistente, pero no lo es, alcemos el puño “la realidad existe” y lo ha hecho desde siempre. Ortega y Gasset en su estudios sobre los las generaciones y los movimientos de éstas concluye que toda generación fluye de la anterior, se muta y la reniega. Las generaciones tienen un factor sorpresa que estalla, somos el país de los mil mapas, por eso no estamos obligados a que nuestro origen sea nuestra “patria” o al menos que alguien nos imponga qué encierra esa patria. Me gusta esto de que nos estamos atreviendo a ser realidad, aunque no me guste mucho que lo proyectemos como ser “ecuatorianos”; me parece mejor empezar por donde empezó Carla Valencia y otros directores que hacen este cine, por un lado más intimo. Yo también tenía un par de abuelos memorables, y uno de ellos decía de vez en cuando una frase que me ha ayudado a sobrevivir todo mi estrellado camino por la ficción y la identidad, lo decía después de contar una noticia: hablando sobre su versión de los hechos sentenciaba “Mitad que me contaron y mitad que me imagino”

 

Despedida de Soltera

María Moliner con un caganer catalan.

Porqué éramos solterones felices además eran las fiestas patronales de Barcelona y  cayo un aguacero que nos puso en evidencia terminamos finiquitando la cosa donde la comenzamos: en la casa de uno de nosotros de espalda a la Sagrada familia y haciendo una apología al merengue como género musical. Se acabo el Cava y vino el Gin, la novia se tomo el agua tónica y me dejó jodida teniendo que cambiar a ron a pepo y sin hielo. La cosa estaba densa ya habíamos pasado a cosas heavies estábamos escuchando Mocedades y gritando amor de hombre cuando llegamos al punto en el que se ven los borrachos de los sobrevivientes. Yo todavía no sé de qué lado estaba, pero fue la novia la que empezó la discusión sobre las lenguas. Ella como protagonista de la noche ya nos había cantado nuestras cuatro verdades pasando por cuanto nos quería y además nos estaba obligado a poner Julio Jaramillo en el spotify. La novia mueve la cabeza mientras habla, magnánima sus palabras con un pequeño temblor imperceptible que palpita en el acento de cada palabra, ella como muchas otras personas tiene aprecio por Manabí y de ese cariño construye esa bella imagen que tiene mucha gente de la tierra de donde es mi familia. Es verdad que Manabí es un lugar encantador, pero también es una tierra azotada por las estupideces de esas que se suele esconder tras el autobombo, yo siempre he sido un ingrata con mis patrias pero me parece que pecamos mucho de conformistas y que precisamente somos un pueblo que se celebra y repite mucho, para lo malo y para lo bueno.

Así que en la mitad de la sala a las cuatro de la mañana, llego la lengua manaba, este “dialecto” (aunque llamar así a una lengua por estos lados es una falta de caché) libre de academias, virgen, vivo y honesto. Yo que siempre había pensado como la novia, aunque me he documentado sobre la batalla del “uso” contra el sistema y las leyes y que llevo la defensa  del uso ante todo como defiendo a un personaje antes que cualquier regla física, gramatical o civil; esa noche me le abalance a pelearla fue un espasmo y entendí que el Manaba si necesite una gramática, que se la catalogue y se la normativice porqué se me ocurre que sería una de las maneras en las que podríamos ponernos en evidencia  para entender practicas absurdas o al menos catalogarlas como absurdas para mejorar. La gramática es un arma, no una forma de exclusión, tenemos que conquistar el método… ¿chuchatumadre quien se acabo  la tónica si quedaba media botella? … yo , valí verga , perdón.

Todos sabemos lo difícil que es traer la sabiduría que nos invade en la borrachera al mundo real, pero desde esta noche no he dejado de pensar en los matrónimos, los estados civiles y su gramática. Siento que debo dejar esto por escrito solamente para plantarlo en mi memoria cuando pasé el chuchaquí, vamos a hablar de amor y de diccionarios de lo que me ha enseñado está gente hermosa, yo que siempre he pensado que el matrimonio es una forma violenta de posesión, dejo que todo se venga abajo con una bellísima manera de desobedecer, una trampa perfecta una buena manera de irse contra la ley, contra uno mismo y ponerse tacones y si hace falta bailar las grecas, entregarse es ejercicio solo le pertenece a la libertad.