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El Prat

Estaba sentada en el aeropuerto de Barajas esperando mi conexión a Guayaquil, solo pensaba en llegar a tiempo para ver a mi hermana, solo intentaba contener toda la impaciencia habitada en el mundo y que no se me resbalen los intestinos por la boca. Me pedí un sanduche en el starbucks y me puse a llorar mientras me lo comía, ya solo me quedaba poquita batería y me había despedido cien veces de Julito por teléfono. Esta angustia que ha conquistado mi estomago y que se me acompaña más que mi primer nombre, esta puta angustia y 25 por ciento de batería en el celular, eso y tres horas de espera por delante. Me voy a la librería, tengo tiempo, tengo dinero, una selección de libros horribles. ¿cuándo dejó de ser Stephen King un bestseller? Yo nunca lo he leído, pensé que era el mejor momento para empezar a hacerlo, nada, todos son sagas. Al final compré un libro de una joven promesa de literatura negra sueca y la señora de la que me cobró me dijo que de todos los libros de esa mujer, ese era el mejor. Ella lo había descubierto por azar me dijo, me alivio un poco mi buen juicio, le pague a la señora y su amabilidad me hizo tener ganas de llorar de nuevo, me contuve por suerte. Ya no es ninguna tragedia llorar, además que puedo hacer muchas cosas mientras lloro, son goteras ponemos vasos vacíos por debajo para que se vayan llenando mientras seguimos viviendo.  Mis nuevos lentes para la miopía me estorban para limpiarme, me los quito y miro a una niña jugar con las cosas que va sacando de la cartera de su madre.

En la fila para entrar al avión, separan a los que les toca el asiento en la primera parte y en las ultimas filas del avión. Una señora estaba haciendo fila en la cola equivocada, se da cuenta e intenta que le demos paso porqué estaba esperando desde antes, se responde a ella misma – igual ya tenemos asiento, yo 14 usted el 20 le dice a la señora que estaba atrás de ella en la otra fila. – ahí se queda usted, si se cae el avión los de la cola son los fregados le dice en broma – es al revés le digo yo seria, los de la cola se comen a los de adelante cuando se quedan sin comida. Me mira y reímos, la señora al final se sentó al lado mío en el avión, le dije que me avise si se quería pasar al pasillo, que me despierte si estoy muy dormida- me dijo  que gracias  pero no se levanto en todo el viaje.